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Caminito de la escuela… hacía los contagios

ANDARES POLÍTICOS 

Benjamín Torres Uballe

No me importa que la mayoría esté pensando en no regresar a clases, dijo un contrariado López Obrador durante su conferencia mañanera del pasado 29 de julio. Ahí quedó expuesta otra de las muchísimas muestras del autoritarismo que caracteriza al presidente de México. Está aferrado a que los niños vuelvan a las aulas el próximo 30 de agosto para dar inicio al nuevo ciclo escolar.

Los argumentos esgrimidos por el mandatario carecen de rigor científico y están basados en consideraciones estrictamente políticas. Los niños, como ya ha quedado demostrado alrededor del mundo, se están infectando cada vez más debido a las nuevas variantes del coronavirus, en particular la Delta, una cepa más contagiosa y agresiva que las anteriores.

De acuerdo a cifras y gráficas del doctor en Matemáticas, Arturo Erdely, el crecimiento de infectados entre menores de edad es exponencial. Desde principios de julio último las infecciones en ese grupo poblacional son alarmantes. No es miopía gubernamental, es una ceguera total no querer ver lo evidente. Las evidencias científicas resultan abrumadoras. Enviar a los niños a clases es criminal.

Si el presidente López Obrador pretexta que en el mundo los menores no están vacunados, alguien lo está mal informando.  En Estados Unidos desde mediados de mayo reciente empezó la vacunación con el biológico de Pfizer-BioNtech a niños en el rango de 12 a 15 años de edad. De igual manera lo hace Francia a partir de junio pasado. Naciones como Alemania, España, Italia y los Países Bajos también están aplicando la vacuna de Pfizer a dicho grupo de niños luego de que la Agencia Europea de Medicamentos autorizara aplicar el medicamento de la farmacéutica.

Pero más allá de las aristas político-electorales que permean la resolución del presidente López Obrador, hay un factor más que incide para no regresar a clases presenciales: el desbordamiento de los contagios en México durante la tercera ola que en días recientes superó las cifras de los picos en las oleadas previas desde el inicio de la pandemia. Durante la semana que terminó se rompieron records de contagios al registrar 22 mil 711 nuevos casos el miércoles y 24 mil 975 al día siguiente.

Absurdo y necio sería tratar de negar los perjuicios que se está ocasionando a niños y jóvenes por un encierro asfixiante y la falta de socialización que se da en los planteles escolares. Es un ambiente nocivo, pero hoy no es el momento adecuado para retornar a las clases presenciales. El regreso debe darse hasta que las condiciones, avaladas por especialistas y expertos en salud –el farsante subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, no está entre ellos- así lo determinen.

López Obrador ha dicho en varias ocasiones “En serio, sin retórica o demagogia, existe la determinación de mandar obedeciendo”. Bajo esta lógica presidencial, entonces no cabe que pretenda ignorar a la mayoría de quienes se oponen al regreso a clases presenciales. En democracia –y el tabasqueño se jacta de ser demócrata- la mayoría manda. Sin politiquerías, debe obedecer.

Resulta hilarante, inmoral y grotesco que, en el afán de curarse en salud, a sabiendas de que “hay que correr riesgos”- como altaneramente señaló López Obrador-, a los padres que decidan llevar a sus hijos a la escuela el próximo 30, se les exija una carta responsiva por si los menores se contagian. Entonces se infiere que el gobierno sabe del riego que conlleva el inoportuno regreso a los salones de clases. La realidad es que en Palacio Nacional carecen de argumentos sólidos para refutarlo.

Como está el mediocre sistema de salud público, qué clase de atención recibirán los alumnos que lleguen a contagiarse del pernicioso virus. Hoy, la saturación de hospitales está a la vista. Peor aún el panorama para aquellos padres carentes de seguridad social. Con la injustificada y torpe desaparición del Seguro Popular, muchas familias quedaron en el desamparo total en cuanto a atención médica. El esperpento llamado Insabi, es un ente inservible que a pocos ayuda.

Tras la debacle morenista en la Ciudad de México el pasado 6 de junio, el presidente está urgido de recuperar su enclave y con desesperación dirige sus baterías con un peligroso regreso a clases que, en los hechos no se justifica y es, de facto, un caminito a la escuela, pero también a los contagios.

La noche de este sábado, el gobierno informó de 23 mil 642 casos más de covid-19 y las proyecciones de científicos nacionales y extranjeros es que la ola se intensificará en las próximas semanas. El entorno es de mucho peligro y la necedad palatina lo es más. Una voz sensata en el círculo primario del presidente de México, debe advertirle de las graves consecuencias que acarreará su caprichosa obcecación de enviar a los niños a escuelas que hoy no les garantiza evitar contagiarse.

@BTU15

 

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